jueves, 22 de diciembre de 2011

FOTOGRAFÍAS DE NAVIDAD "La carta"

Habían dado vacaciones en el colegio esa misma mañana. Un día marcado por el monocorde soniquete de los niños de San Idelfonso cantando los números y premios del sorteo extraordinario de Navidad. En los aparatos de radio, en las televisiones de los bares, en los taxis, en todos los lugares la gente tenía de música de fondo el tradicional cántico de los numeros y, como cada año tambien, las mismas imágenes de personas felices descorchando botellas de cava o de sidra. Abrazos, lagrimas, gritos de jubilo y gorritos de Papa Noel celebrando los mayores o menores pellizcos que habian obtenido en el popular juego que fiel a su cita, paralizaba el pais toda la mañana.  

A la vuelta del cole, los dos hermanos, estaban mas nerviosos de lo habitual pues tenian el firme propósito de escribir la carta a los Reyes Magos. Como todos los años, y como les decía su madre, la carta la tenian que escribir al dar vacaciones pues no podian distraerse durante la época de examenes.  Por tanto, aquella tarde, se sentaron en su habitación y pusieron sobre una de las camas los folletos, revistas y ofertas publicitarias que habian ido recogiendo de los buzones del edificio o incluso habian encontrado por las calles. Francisco de seis años y Juan de cinco, tenian los rostros iluminados por la ilusion de pedir a los Reyes aquellos juguetes que tenían ya escogidos, cuando iban con su madre al Centro Comercial, o que habian visto en las jugueterias del barrio camino del colegio.

Francisco, el mayor, era quien escribía en nombre de los dos pues ademas tenía una letra mucho mas bonita y legible. Merendaban, como todos los dias, un bocadillo de crema de chocolate que su madre les dejaba preparado a mediodia antes de marcharse a trabajar de nuevo. Ellos adoraban a su madre aunque la veían poco. Su padre murió dos años antes y desde entonces, su madre, se pasaba el dia en la calle de trabajo en trabajo. Sabían, pues ella siempre les decía la verdad a sus hijos, que por la mañana desde bien temprano, mamá, limpiaba en un banco, en una oficina de unos abogados y despues en otra oficina de seguros.
Por la tarde, que la pasaban siempre solos, su madre ayudaba a la señora Carmen en la fruteria y  cuando cerraba iba a casa de doña Remedios a darle la cena y acostarla. Por eso casi nunca la veian y pasaban la mayor parte del dia solos. Francisco cuidaba de Juan y ambos se hacían compañía. Cuando su madre volvía a casa, todos los días, los dos hermanos ya estaban durmiendo tras tomarse un vaso de leche con cereales que el mayor preparaba.

Escribieron la carta a los Reyes. Pidieron todos sus juguetes. Dos páginas completas de peticiones. Y despues de merendar estuvieron un rato viendo la tele. Se acostaron con la tranquilidad del deber cumplido tras haber escrito la carta y se durmieron pronto pensando, quizá, en el dulce despertar del dia seis de enero cuando Melchor, Gaspar y Baltasar dejaran a los pies de la cama todo cuanto les habian pedido aquella tarde. Las cartas, debidamente cerradas, las dejaron sobre le mueble del recibidor no sin antes haber puesto, a su madre, una nota en el frigofico cogida con un iman, para que al dia siguiente fuera ella la que las echara a Correos y llegaran a manos de los señores de Oriente.

Fue un dia muy duro para ella. Toda la mañana limpiando en las oficinas y por la tarde tuvo que descargar incluso la furgoneta de la fruta pues el hijo de la Señora Carmen, la frutera, estaba enfermo y la pobre mujer a su edad no podía. Asi que le tocó a ella hacerlo todo. Y despues en casa de doña Remedios tuvo que lavar, planchar y arreglar la ropa de toda la semana pues no lo habia hecho en su momento. Por tanto habia sido un dia agotador que repasaba mentalmente cuando iba camino de casa cerca de las doce de la noche. Las luces de la decoración navideña de la ciudad ya se habían apagado y caminaba sola por la calle pensando en sus dos hijos. Su única alegría.

Al llegar, nada mas introducir la llave en la cerradura de su piso, salió a buscarla Maria Jose, la vecina de enfrente, que le entregó una carta diciendole que se la habian dejado a ella pues habia tenido que firmarla.
Entró en su casa y se le vino el mundo encima. Aquello no podía ser verdad. Aquello no le estaba pasando a ella. No podía ser cierto.

 Lloró amargamente y procuró en todo momento hacerlo de manera que no quería despertar a los niños que estaban en su habitacion durmiendo. No daba crédito al contenido de aquella carta, fria, impersonal, distante y amenazadora.
Tras leerla una y otra vez, y cientos de veces la dejó en la entrada, junto a las cartas de los Reyes Magos de sus hijos. Aquella sería una larga noche y no podría siquiera descansar. La vida definitivamente se había cebado con ella y sus esperanzas estaban rotas. Todo se había acabado. ¿Qué le iba a decir a los niños?

En el mueble del recibidor, junto a las cartas a los Reyes Magos quedó otra del Juzgado numero dos de la ciudad que le avisaba que el dia cinco de enero, procederian a embargale su vivienda pues no habia hecho efectivo el pago de los ultimos cinco recibos de la hipoteca. El Juzgado ejecutaba la orden de embargo decretada por el Banco y le instaban a abandonar la vivienda antes de esa fecha. 

En la otra habitación, dos niños en ese momento, soñaban con un maravilloso amanecer del día de Reyes con todos los regalos que habían pedido a los Magos de Oriente esparcidos por el suelo.




sábado, 17 de diciembre de 2011

FOTOGRAFIAS DE NAVIDAD " La sonrisa del turron"

Tiene cuarenta y dos años pero sin embargo parace tener setenta. La vida la ha castigado quizá demasiado. Nadie conoce su pasado pero todo hace pensar que no tuvo que ser facil nunca. Hoy padece una enfermedad terminal. Le quedan pocos meses de vida. Sin pelo, siempre con un pañuelo atado a la cabeza, sin dientes pero con una hermosa sonrisa que hace que brillen de manera especial sus ojos azules y profundos como el mar que añora.

Se la nota, pese a todo, feliz y contenta. Alegre. Seguramente porque, en la recta final de sus dias, ha encontrado el techo que nunca tuvo, la cama caliente con la soñó tantas noches cobijada en cualquier parte y alguna calle o plaza, en los portales o cajeros. Se la nota feliz porque tiene ropa limpia. Comida caliente. El cariño de los voluntarios que la atienden y los cuidados médicos que precisa. Porque ha encontrado un hogar. Una casa de acogida donde nadie es extraño y donde todo el mundo es bienvenido.

Estabamos hablando, en el porche resguardados del fuerte viento pero acariciados por los rayos del sol, cuando ha salido el tema de la Navidad. Su sentido, su significado, sus recuerdos y los mios. Curioso: lo que mas recuerda es el anuncio aquel de las “Muñecas de Famosa se dirigen al portal…” quizá porque ella tambien quiso, en algun momento de su oscura vida, una muñeca de aquellas o tambien, quizá, porque esa pegadiza musiquilla delante del niño sonriente le trajera recuerdos de una casa, un hogar, una familia donde a lo mejor vivió sus unicos dias de felicidad plena.

 Lo que si es cierto que, ese anuncio de television, lo conoce de memoria y te lo canturrea con su boca desdentada y rota. En sus labios suena a musica celestial.
Estabamos cogidos de la mano, acariciaba con las mias las suyas faltas de tanta ternura, y de pronto me dice ¿Sabes lo que realmente hecho de menos de la Navidad? Me esperaba cualquier cosa desde luego pero no la respuesta que me ha dado. Echo de menos el turron duro. Me encanta el turron duro. Me recuerda no solo la Navidad sino la feria de mi pueblo cuando, era una cria, y me gastaba el dinero que tenía en trocicos de turron de los puestos. ¿Sabes? Las navidades en mi casa eran las de la gente humilde. No habia tampoco tantos dulces como ahora ni tanto gasto pero mi padre, siempre, siempre, le llevaba a su nena una pastilla de turron duro para mi sola”…. Recordando todo aquello, sus ojos azules e intensos, se han cubierto con una fina capa de lagrimas y sus recuerdos de infancia la han trasladado muchos años atrás a ese hogar feliz que sin duda tuvo en sus primeros años de vida.  Ahora ya ves, me ha dicho, con esta boca sin dientes no volveré jamas a comer turron duro. Ese sabor ya no me acuerdo de el pero nunca mas podre volver a comerlo. Si no puedo ni con el pan… Y me lo decía sin dolor, sin pena, sin lagrimas esta vez. Incluso sonriendo.

Le he dicho que iba a hacer un recado. He cogido el coche y me he acercado al pueblo cercano. En estos dias no me ha costado nada comprar una pastilla de turron duro pues ya la venden hasta en “los chinos”.
He vuelto y cuando se lo he enseñado se le ha iluminado la cara. No podía creerlo. La he hecho venir conmigo a la gran cocina del Hogar. He buscado un viejo mortero. Hemos cortado, como en un juego, el turron a trocitos muy pequeños, diminutos. Despues lo hemos picado muy, muy picadito y ya, por ultimo, ella misma ha visto como cogía ese picadillo y lo he puesto en la batidora. En un par de minutos se estaba tomando, en una taza de porcelana de las de café con leche, un turron duro preparado para su boca desdentada y rota por la enfermedad y la muerte.

No había visto nunca una cara como esa. Esa expresión al comerlo permanecerá siempre en mi recuerdo. No olvidaré nunca sus besos, abrazos y caricias. Será dificil que deje de recordar en algun momento sus ojos, azules e intensos como el mar, llenos de lágrimas de emocion y gratitud.

Nos hemos vuelto a salir a la puerta, cobijados bajo el porche. El viento arreciaba pero el sol de mediodia nos reconfortaba. Cogidos de la mano, mirando las palmeras que se recortan altivas sobre los huertos cercanos que rodean el Hogar, me ha dicho con la mayor sinceridad: "Ahora si es Navidad para mi. Gracias porque me has hecho recordar mi infancia y a mi padre".


Cuando volvía hacia la ciudad iluminada por decreto, solo en mi coche, no me quitaba la escena de la cabeza. Mientras ajenos a todos y a todo, las gentes, deambulan por las calles, llenan tiendas y comercios, se apelotonan en la grandes superficies. Se sientan a las mesas a comer ricos manjares. Ríen despreocupados y todo el mundo es ajeno a todo. 

Esta noche tengo muy presente la cancioncilla del anuncio "Las muñecas de Famosa se dirigen al portal.." Allí, en el cobijo de un Hogar, he dejado yo otra muñeca rota por la vida pero que se dirige  con una hermosa sonrisa hacia el verdadero portal...




sábado, 10 de diciembre de 2011

FOTOGRAFIAS DE NAVIDAD: "Torre de Nazaret"

En plena comarca del “Campo de Cartagena” a cinco minutos de la civilización rodeada de bancales de lechugas, alcachofas y altivas palmeras que se mezclan con olivos centenarios, se encuentra este remanso de paz y amor que se llama “Torre de Nazaret”.  Un hogar, un techo, un cobijo y refugio donde enfermos de SIDA, sin techo, sin familia y sin nadie en el mundo, encuentran cama, comida, medicinas, tratamiento y sobre todo “amor”. Mucho amor.

Un grupo de voluntarios, sin nombre, hacen posible ese milagro diario que supone vestir y dar de comer a quince personas, a dia de hoy, que tienen en Torre de Nazaret el hogar que nunca tuvieron. Muchos de ellos han sido recogidos de las calles, de los portales, de los cajeros automaticos o incluso del mundo de la delincuencia, la droga y la muerte. 

Al frente, cabeza visible, un sacerdote. Aurelio. No diré apellidos porque me consta que él no es para nada amigo de publicidad alguna. Por cierto espero que me perdone este escrito en mi blog pues no le va a hacer mucha gracia. Aurelio es el hermano que nunca tuve. Compañeros desde niños en el colegio Marista, soy cuatro dias mayor que él, hemos pasado toda nuestra vida juntos hasta que la vocación de uno y otro nos separó por diferentes caminos. Aurelio es la bondad, la sonrisa, la caricia, la entrega, el sacrificio, el amor personificado en una persona que, como él mismo dice, al no tener hijos y muertos sus queridos padres se ha entregado por entero a ellos, los olvidados del mundo, que son su verdadera familia.

Es un lugar donde todos tienen cabida. Todos. Alli, lo he vivido en primera persona, se leen versiculos de las “suras del Coran” porque hay varios marroquies que profesan la religión de Mahoma y a la misma vez, en una pequeña habitacion, hay un cofrecito iluminado permanentemente por una luz que indica que alli está el “pan del amor” la Eucaristia. El que quiere se recluye en ese pequeño, mínimo, habitáculo y el que no desea hacerlo no lo hace. Se llame como se llame, se le nombre como se le quiera, en Torre de Nazaret habita el “Dios del Amor” de la unidad entre los hombres sin razas, sin pueblos, sin creencias, sin color de piel.




 Solo les une la enfermedad, trágica union, en los últimos momentos de la vida. Sin embargo merece la pena estar con ellos. En ese lugar te das cuenta que no hacen falta las grandes superficies y centros comerciales. Que tener el coche mas veloz, el plasma mas grande, la casa de la playa o el Ipad ultimo modelo es solo una tontería de esta sociedad que nos ha hecho sus esclavos.
 Alli es Navidad todo el año porque reina el amor sin condiciones. No hacen falta los regalos, las compras, los peinados caros o los trajes mas llamativos. En “Torre de Nazaret” estas desnudo y despojado de todo. Te ves unido por el amor a los que nada tienen, los que sufren, los que lloran en silencio y los que esperan, con infinita paz, la llegada del ultimo viaje.

No es la única casa aunque si la que solo existe en España. La gran casa, la matriz, está en Burkina Faso donde mi hermano Aurelio tiene mas de trescientas personas, en distintos poblados, a los que atiende en sus constantes viajes al continente negro. Mientras, un nutrido grupo de voluntarios de todo el mundo, se hacen cargo de las labores que emanan del cuidado de estos enfermos terminales que, ademas, son muchos mas numerosos en Africa donde la pandemia se extiende sin remedio y sin aparente control del llamado  mundo civilizado que mira para otro lado pues lo que ocurra de Marruecos hacia abajo parece no importarle a nadie. Incluida Roma, la sempiterna Roma vaticana, que se permite el lujo de condenar los preservativos. Pero esa es otra lamentable historia de la gerontocracía que dice actuar en nombre de Jesus.






Torre de Nazaret, en mitad de la nada del campo de Cartagena, es el lugar para encontrar la paz y encontrarse uno consigo mismo. Alli un beso en las mejillas tiene un valor extraordinario. Estar sentado en la puerta, mirando el horizonte, cogido a la mano de un enfermo es el mejor bálsamo para el alma. Dar “calor” a quien lo ha perdido es el mejor de los tesoros. Escucharles, gastarles bromas, reir con ellos o llorar (que tambien se llora) es la forma de llevar tambien sobre nuestros hombros la pesada carga de la Cruz. Es compartir. Participar de alguna manera en el dolor infinito de quienes nada tienen y en aquel remanso de paz y alegria esperan, entre caricias, el abrazo eterno de la muerte.

Pero que nadie se piense que es un lugar de tristezas. Ni mucho menos. Te cuentan sus chistes, te besan, te acarician, se rien contigo y de sus cosas. Te piden un cigarrillo para fumar en la puerta bajo el porche o  te comentan que el Barça es mucho mejor que el Madrid porque Guardiola es mejor entrenador que Mouriño… y así mil cosas mas que hacen de Torre de Nazaret un templo, bajo el purisimo cielo mediterraneo, donde el AMOR ha construido su nido.


PAZ Y BIEN hermanos queridos de Torre de Nazaret.




jueves, 8 de diciembre de 2011

FOTOGRAFIAS DE NAVIDAD: "La Dama de la noche"

Llevaba un tiempo observándola desde mi ventana. Todas las noches, o casi todas, a la misma hora como una sombra silenciosa se aproximaba al contenedor de basuras, con su carrito de la compra, y tras rebuscar entre los desperdicios cargaba con lo que le serviría y se marchaba por el mismo camino. Eso si, una vez conseguida la mercancía, lo hacía con mayor rapidez. No pude resistir mas la curiosidad y atraido tambien por su comportamiento, la otra noche, salí a su encuentro. No me imaginaba la lección que iba a recibir. 

No le costó casi nada “abrirse” a mi pues quizá tampoco tenía a nadie a quien poder contarle sus penas o desahogar sus amarguras de mujer vencida por la vida.
 Se llama, bueno eso no importa, tiene setenta y dos años. Toda su vida estuvo trabajando en una fábrica de conservas, desde los trece años,  y su marido era fontanero autónomo. Un “maestro chapuzas” como ella misma me lo describió.
 Quedó viuda hace unos veinte años y desde entonces tuvo que luchar todavía mas para sacar adelante a su hijo. Éste, hoy, está en el paro y su mujer tambien. No pueden pagar el alquiler y han dejado la vivienda para venirse con los tres niños a vivir con su madre. Entre lo poco de la pension de viudedad, casi nada, y sus cuatrocientos euros de pensión apenas si llegan a doscientos despues de pagar alquiler, luz, agua y los gastos minimos de la vivienda. Ya me contará usted, me dijo, como pasamos el mes tres personas y tres niños  con ese dinero.

¿Sabe usted? Yo jamás robaría ni un papel de periodico pero buscar comida para mis niños la busco debajo de las piedras. Mi hijo hace lo que puede y mi nuera tambien pero la pobre es asmática y no puede trabajar ya. Con solo treinta y cinco años. Imaginese usted el panorama. Por eso, cuando se hace de noche y la gente se ha retirado a descansar, vengo a los contenedores porque tiran comida caducada o yogures. Incluso cartones de leche y todo eso le viene muy bien a mis nietos. A veces encuentro algo de ropa también y con una "buena lavá" los críos se la ponen tan a gusto. Y ahora voy que la cola del Supermecado me está esperando.  Le pregunté si podía ir con ella y me dijo amablemente que si. Es mas, con toda delicadeza, le cogí el carrito y lo llevé yo por la ciudad desierta. Esa noche iba vacío pues entre la conversación conmigo y la falta de alimentos caducados y cosas aprovechables no pudo coger nada.

Un conocido supermecado de una no menos importante cadena nacional. En la puerta trasera, la de carga y descarga, un espectaculo espeluznante. En pleno siglo XXI mas de quince personas, entre empujones y peleas, se disputaban puestos en las improvisadas colas para ser los primeros en buscar entre las basuras del establecimiento. Seres sin rostro, sin vida. Sombras de una noche festiva en busca del codiciado botin formado  por alimentos caducados, fruta aporreada o pescado mal oliente.

 Había sido una  tarde importante de ventas, pues era vispera de festivo, y los contenedores estaban repletos. Como ademas, ese día, no abrían al público la basura era aun mayor. Cartones de yogures, de leche, de flanes. Embutido mal cortado, fruta reventada, verduras pisoteadas incluso. Todo volaba de unas manos a otras para pasar a las bolsas de cada uno. Preciado botin para los que nada tienen y carecen de todo.

Le ayude cuanto pude y me confundí yo tambien con aquella legión de indigentes sin verguezas ni reparos. Fui, la otra noche, pobre entre los mas pobres. Uno mas entre ellos. Toda una lección de vida. Conseguimos dos cartones de yogures de frutas. Un pak de seis flanes. Tres cartones de leche y uno de batido. Varios tomates, cuatro o cinco plátanos, restos de varias lechugas y una coliflor. Y lo que mas apreció la pobre mujer fue una tripa de jamon de york que caducaba a los dos dias pero que se convirtió en un verdadero trofeo pues, según me contaba despues camino de vuelta a su casa, con ese jamón tendría para hacer la merienda a los niños varios dias e incluso por la noche para la cena.
 Solo mi rapidez de reflejos y los empujones con un hombre mas mayor que yo consiguieron que pudiera hacerme con el preciado trofeo que apareció de repente en el fondo del contenedor de carnicería donde, por cierto, emanaba un edor nauseabundo.

Una y media de la madrugada. Ya no quedaba nada aunque los indigentes, los fantasmas de la noche, seguían buscando entre las basuras. Le dije a mi “dama de la noche” que nos fueramos que estaba todo hecho.

En ese momento pasa, por enfrente, una pareja joven y muy bien arreglada. Me da la impresión que vienen de alguna fiesta. Calculo que tendrán los treinta y pocos años, como la de los hijos parados de aquella mujer. Dan un respingo cuando nos ven a todos peleando entre basuras y con cara de asco le dice ella a él: “Jaime esto no se puede consentir todas las noches. Tenemos que llamar a la policia. ¡Asquerosos!”

Camino a su casa, le sigo llevando el carrito, las luces de Navidad se han apagado en las calles pues dicen, desde el Ayuntamiento, que hay que recortar gastos.  Nos cruzamos con una pandilla de adolescentes que van cantando alegremente. Ella humilde, pobre, pero digna. Yo voy desaliñado y  lleno también de porquería. Uno de ellos nos mira, se para, saca un euro y nos lo entrega. “Feliz Navidad, amigos”… y se alejan, calle abajo, cantando “Campana sobre campana…” 




jueves, 10 de noviembre de 2011

LA CARTA

Mi querida Fina.
Espero que al recibo de esta te encuentres bien. Yo estoy bien a Dios gracias. Por mi no te preocupes. Aquí en la residencia me tratan muy bien y hay unas chicas muy simpáticas que siempre están pendientes de mí. Que si tengo que desayunar, que si tengo que comer, que si tengo que ver la tele y distraerme. Pero ¿sabes una cosa? No me apetece mucho ver la televisión pues no me distrae. Prefiero salir al jardín de la residencia y sentarme en un banco que está en un rincón precioso rodeado de flores y de plantas. Me recuerda mucho la casa de tus padres, el patio, que tu pobre madre que en gloria esté tenía lleno de macetas ¿te acuerdas tú de aquello? Ese trozo de patio donde nos sentábamos tú y yo y cuando ella se despistaba, como no nos veía nadie, aprovechaba para cogerte la mano y acariciarte. ¡Ay Finica cuanto te echo de menos! ¡Que solico estoy!
Sé que tu estas bien, que a ti también te tratan de maravilla allí en Cuenca pero yo quiero ir a verte aunque no se cómo hacerlo desde luego. Yo en Murcia y tu allí tan lejos. Qué pena que no tuviéramos plaza en la misma residencia los dos para seguir juntos como hemos estado estos sesenta años. Finica te quiero tanto que no se vivir sin ti. Hace más de un año que nos separaron y sin embargo para mi es todo como el primer día y no puedo levantarme una sola mañana sin pensar en ti. Y las noches, nena, son terribles pues la soledad me impide dormir. Paso tanto frio Fina. Que frio paso. No había dormido solo desde los dieciocho años y no me acostumbro a estar de esta manera. La cama me parece muy grande. ¿Sabes? Me acuesto con el pijama de franela que compramos hace años, todavía esta nuevo, y me hago un ovillo. Me abrazo yo mismo, porque tú no estás, y así me voy quedando dormido como puedo. Unas veces lo consigo y otras no desde luego.
De la casa poco te puedo decir porque no sé nada. Allí sigue cerrada como la dejé y no sé si el hijo de tu hermana Carmen se pasará por allí para darle una vueltecica de vez en cuando. Está toda nuestra vida dentro. Toda. Pero yo no puedo salir de aquí y además no me dejan. ¿Dónde voy yo solo a la casa? ¿Para qué voy a ir Finica? Pues prefiero que sea tu sobrino el que vaya y que por lo menos de una vuelta por si ha pasado algo. A mí la casa solo me recuerda a ti y a nuestra vida junticos. No tengo allí nada. Desde que te llevaron a Cuenca yo no tengo ganas de nada y menos de entrar en nuestra casa además de que está muy lejos de la residencia y no tengo forma de acercarme. Mejor así. ¿No te parece? Lo siento por las macetas que seguro se habrán “secao” y eso que tú tienes una manos maravillosas para las plantas pero mira no puede ser. Así que seguro que se han “estropeao” todas si tu sobrino no las riega.
Bueno Fina espero que estés bien. A ver si me escribes cuando tengas tiempo y te dejen. Me imagino que estarás todo el día liada en la cocina y trabajando como una más para atender a tanta gente pues si en esa residencia es como esta, pobretica mía el trabajo que tendrás. Pero de vez en cuando, en el momento que tengas cinco minutos, a ver si coges a alguien que sepa escribir y me mandas una carta contándome como te va la vida y como te tratan en la residencia. Seguro que habrá chicas muy simpáticas como aquí y si les pides que te escriban una carta lo hacen con todo el gusto del mundo.  Deseo que estés muy bien pues si estas en la cocina y con las manos que tienes para los guisos estarán encantados contigo. No trabajes mucho Fina. Ojala que no caigas mala de tanto trabajar y que puedas descansar pues ya no somos tan jóvenes nena. Cuídate mucho amor mío.
Un beso de este que te querrá siempre.
Tu Juan José 
Dobló el folio con manos temblorosas y lo metió en el sobre. Escribió la dirección y se fue hacia el mostrador de recepción donde se lo entrego a una de las chicas que atendían la Residencia.
La chica le dedicó una hermosa sonrisa y cogió con todo cariño la carta. No se preocupe Salvador, le dijo, que hoy mismo sale para Cuenca. Cuando él se dio la vuelta la guardó celosamente en un cajón y le dijo a su compañera:
“Ya ves, todo los días le escribe, todos los días. Ni uno solo ha dejado de hacerlo desde hace dos años por lo menos. Tengo en una cajita más de quinientas cartas como esta. Me niego a romperlas y las conservo como el mejor de los tesoros. El pobre hombre no recuerda nada y no sabe que su mujer murió hace ya tres años. Se cree que está en una Residencia de Cuenca. Maldito Alzheimer…”


viernes, 28 de octubre de 2011

LA TRISTEZA DE LORCA

Tarde de otoño en Lorca. Las nubes bajan amenazantes desde la Sierra de Tercia y cubren con un velo de tonos grises todo el paisaje. Poco a poco, pese a la hora, la ciudad se va poblando de tinieblas. Lorca es una ciudad triste y no porque la luz del otoño la haya cubierto especialmente sino por que se palpa en el ambiente. En las caras serias de sus moradores, en los comercios, en las cafeterías, en las calles y plazas, en el paisaje y en el paisanaje.

Primera parada la Viña. El corazón latente de la tragedia. La zona cero como gustan decir algunos desde aquello de Nueva York. Solares y puntales casi seis meses después del fatídico once de mayo. En el parque, centro neuralgico del barrio castizo y popular, la parroquia en casetas prefabricadas. Al lado mismo el derribo de lo que fuera un templo de estilo modernista. El de Cristo Rey. Con las puertas abiertas, del improvisado refugio, veo a los niños en catequesis. Ajenos a todo. O quizá no.
El kiosco ha puesto una carpa para cobijar mesas y sillas de plástico de una conocida marca de cerveza y que así, ese punto, se convierta también en centro de reuniones vecinales. No hay nadie en su interior. En el parque apenas media docena de adolescentes subidos, como ahora es moda, en los respaldos de los bancos de madera. En la zona de juegos infantiles Gloria, de apenas tres años, pone el contrapunto de alegría en la tarde gris. Su madre, joven, se afana en voltear con todas sus fuerzas el columpio donde, la niña, esta sentada y sus carcajadas de felicidad hace que se disipen las nubes. Pero no se ve el sol.
Se que se llama Gloria pues, su joven madre, una y otra vez le advierte llamandola por su nombre para que se agarre muy fuerte a las cadenas que sujetan el sillin. Y la niña rie a carcajadas. Es el unico gesto de felicidad que he encontrado allí, en la Viña, y me siento en un banco para escribir mientras, su risa cantarina, alegra las estancias mas intimas de mi alma en soledad.

Los comercios en la Viña estan muertos. Hay algunos albañiles arreglando la papeleria Pallares. No hay nadie en su interior pese a estar abierta. Una señora ordena cuadernos y libretas, mochilas y cajas de lapices de colores esperando a niños que no llegan. El area comercial del barrio ha instalado un improvisado mercadillo de stands en chapa en el parque pero estan cerrado a estas horas. Sigo caminando y las estrechas calles del barrio se presentan llenas hierros y puntales. Cascotes y derribos. Camiones que entran y salen de ellas con escombros. Los pisos, fantasmagoricos reflejos donde hace tan solo seis meses todo era vida y alegría. Hoy están vacíos y son prisioneros de su propia soledad. Panteones de espectros que se asoman al vacío de la vida misma.

La Avenida de la Vendimia parte el alma. En sentido ascendente, a la izquierda, todo es un derribo generalizado. Cientos de viviendas que han desaparecido después de los temblores. Esa importante arteria del barrio ahora es un profundo descampado. Desolación y silencio. Soledad.
La calle Carpintería ofrece una vista inusual del parque. Antes, atravesándola, se entraba a la parte delantera de la iglesia parroquial. Hoy es un mal recuerdo. El solar en primer plano y detrás el arbolado del parque. La calle es un completo derribo.
La avenida de la Salud ofrece un paisaje desolador. Casas apuntaladas a ambos lados y centenares de hierros sujetando dinteles, marquesinas, salientes y cornisas. Como si de un gigantesco “mecano”  se tratara. Mas adelante, la Glorieta de Pedro Montagut, tiene un aspecto aun mas desolador y dantesco. Edificios reventados y apuntalados. Vacios, desmadejados, abiertos en mil lugares inverosímiles mostrando sus carnes desgarradas. Tristeza y desolación. Soledad.

Las nubes que bajan de la Sierra de Tercia oscurecen por completo el entorno pese a lo temprano de la hora. Comienza a llover con fuerza. Las calles estan desiertas. Algunos se refugian en las marquesinas de las paradas de autobús o en alguna cafeteria que todavía hoy permanece abierta pese a todo.
En una esquina encuentro un curioso letrero, triste aviso, en lo que era un salon de peluqueria: “Atiendo en mi casa” El establecimiento ofrece, tras los cristales, las secuelas del terremoto. Techos caidos, paredes reventadas y los espejos que otrora sirvieron para reflejar peinados y arreglos, hechos trocitos en el suelo bajo los escombros.






Paseo por la ciudad bajo la lluvia. Me apetece. Busco algo que no encuentro. El centro está vacío. Pese a lo temprano de la hora apenas hay viandantes. Si acaso algunos corren para resguardarse del fuerte aguacero.  A lo largo de la tarde entró en tres cafeterias diferentes: 1900 en la plaza del Teatro Guerra. Está vacía. Solo yo que pido mi primer café. Mas tarde hago lo mismo en “Expresso” en la Avenida Juan Carlos I. Aquí solo una mesa esta ocupada por alegres adolescentes que hablan de sus cosas. Sigo andando bajo la lluvia, parece como si el cielo llorara tambien por Lorca, y avenida abajo me tomó el tercer café de la tarde junto al cerrado instituto Ramon Arcas. No hay nadie en su interior. De nuevo yo solo pidiendo mi consumición. Me fijo en un hombre y una mujer tras de la barra. Ella me atiende solícita, él ojea con desgana un diario deportivo al otro extremo del mostrador. No hay nadie mas.

Sigue lloviendo. Se han encendido las luces de la ciudad. El tráfico es intenso a esas horas pero los comercios estan vacíos. En una tienda de modas, las chicas ven caer el aguacero tras los cristales. En otra de bolsos y articulos de piel, el vendedor, está en la misma puerta de brazos cruzados. Dos zapaterias sin nadie en su interior y con las vendedoras cruzadas de brazos. En un centrico supermercado dos hombres salen con sus bolsas de compra. Dentro apenas nadie y las cajeras hablando entre ellas. Tristeza y soledad. El comercio de la ciudad está moribundo y algo habrá que hacer para resucitarlo. Los comerciantes hablan de ruina y no les falta razón en sus apreciaciones.

Es la fotografía de una tarde cualquiera en Lorca. La ciudad que hace casi seis meses enmudeció bajo la furia desatada de la tierra. Es una urbe silenciosa. Lejos quedan los dias de alegria y bullicio. De fiestas y algarabías. De risas y corrillos vecinales. Hoy todo es diferente. Es una ciudad dolorida. Desgarrada. De gentes con caras serias. De preocupaciones a flor de piel. De tristezas y soledades.

Es una jornada de otoño. Llueve y el paisaje es gris y oscuro. No quiero que mi soledad influya en mi estado de ánimo a la hora de enfrentarme a la cruda realidad que me rodea pero por desgracia es esta y no otra. No hay vida. No se ve vida. No encuentro vida. Es como si un velo de tristeza permanente cubriera la ciudad y la envolviera en una tarde otoñal llenando los suelos de hojas muertas como en las vacías Alamedas que he paseado hoy también buscando, afanosamente, algo de vida que no he podido encontrar en mi camino.

En mi mente, conduciendo de regreso, los versos de E.Galeano que he leido horas antes en el monolito del Parque de la Viña:

“Ella está en el horizonte (…)
Me acerco dos pasos,
Ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos
Y el horizonte se corre
Diez pasos mas allá (…)
¿Para que sirve la utopía?
Para eso sirve:
Para caminar. 


martes, 25 de octubre de 2011

LA MANIFESTACION (cuento murciano)

Acudían a miles desde todos los rincones. Llevaban remos, redes, velas latinas, chubasqueros multicolores, anclas, garfios, palangres, faroles…. Los había de todos los lugares: fenicios, romanos, griegos, egipcios, chinos, rusos, japoneses, vietnamitas, noruegos, finlandeses… procedían de todos los mares. Se presentaron hasta los balleneros con sus enormes arpones.  Incluso llegaron los que siguieron al profeta Jesus de Nazaret en sus predicaciones por el mar de Galilea. Allí estaban todos y no faltaba ninguno. Desde la noche de los tiempos, cuando el hombre pescaba en rudimentarios troncos de árboles que flotaban en los mares y en los ríos, hasta los más modernos con las nuevas tecnologías. Estaban todos allí congregados.
El arcángel san Miguel guardián de los cielos, para intentar mantener el orden y la calma en la Gloria celestial, se puso al frente de una legión de ángeles que no podían impedir el paso de cientos de miles de almas de pescadores que desde todos los rincones del cielo acudían a aquella manifestación convocada por el mismo San Pedro. El pescador de Galilea, ordenaba, como podía, la primera fila de los manifestantes y elegía a los que llevarían la pancarta que encabezada la marcha. Por mucho que San Miguel, con su flamígera espada en la mano, intentaba que razonara el bravo pescador, éste, hacia caso omiso de las advertencias del arcángel y seguía a lo suyo que era ordenar aquella manifestación sin precedentes en los cielos.
En eso estaba cuando se escuchó, como un trueno, la voz de Dios que le mandaba llamar. El Sumo Hacedor no estaba para muchas bromas y se le notaba muy enfadado a causa del revuelo que se había montado en la Gloria. Pedro acudió solícito a la llamada del Padre.
¿Qué quieres Señor? Le dijo con toda humildad… Pedro, contestó Dios, ¿Qué lio me has montado que se han revolucionado todas las almas de los pescadores que tenemos en los cielos?
Veras, Señor, le contestó el santo portero de los cielos, tenemos un sitio en Murcia que es una preciosidad. Único en todo el Mar Mediterráneo. Se llama “Calnegre”. Es un humilde poblado de pescadores que viven allí desde tiempos remotos. Señor, es una parte virgen, de las pocas que queda en nuestra costa. Allí no hay urbanizaciones, ni campos de golf, ni galerías comerciales, ni edificios, ni parques temáticos, ni negocios inmobiliarios, ni tampoco yates o coches de super lujo. Por no tener no tienen ni puerto. Las barcas descansan en la arena como en mis tiempos Señor… allí Dios mío, hay paz, tranquilidad, gentes sencillas que faenan en la mar como todos nosotros. Como lo hice yo mismo. En Calnegre hay humildes gentes que viven todo el año de su trabajo con las redes y la pesca. Y ahora, Señor, los quieren echar de allí. Quieren arrasar sus humildes casas y arrebatarles el sustento. Los hombres, amparándose en no sé qué sentencia o ley, pretenden echarles y derribar sus humildes casas pues dicen que invaden el litoral. Ya ves, Dios, como si eso no lo hubieran hecho siempre en todos lados que ya sabes tú el cabreo, con perdón, que yo cojo con todo eso. No me extrañaría, Dios mío, que una vez que los hayan echado de allí empiece la especulación del suelo y a la vuelta de unos años tengamos enormes construcciones que acabaran con este lugar tan hermoso. Hay mucho dolor en sus pobladores,  pues a estas buenas gentes de Lorca porque, Calnegre pertenece a Lorca, quieren hundirlos en la nada y que pierdan lo poco que tienen y que atesoran desde pasadas generaciones. Yo, desde luego, no lo voy a consentir Señor… le dijo muy serio San Pedro.
Entonces le contestó Dios: “Enséñame ese lugar que describes con tanta pasión pues la verdad es que hace tiempo que no lo he visto y, sinceramente, después de todo lo que han pasado y  sufrido los lorquinos con los temblores  de la Madre Tierra no voy a permitir mas atropellos a estas pobres gentes. Les protegeré personalmente.
Entonces San Pedro sopló sobre las nubes y le abrió a Dios un hueco entre ellas para que viera este trozo virgen del hermoso litoral. El Sumo Creador se quedó paralizado. Al ver semejante maravilla le dijo a San Pedro: “Es un trozo del paraíso de Adán y Eva que se quedó sin destruir. Qué maravilla Pedro. ¡Es el Eden! Que preciosidad. No podemos permitir que esto ocurra. Mira, le dijo al santo portero de los cielos, vas a hacer otra cosa. En adelante que cada una de las almas de los pescadores se encarame con su farol a una estrella y que estén siempre vigilantes para que nada ni nadie, ¿me entiendes bien? Nada ni nadie les quite un solo ladrillo a las casas de estas gentes. Qué no los echen. Qué vigilen constantemente. Y te digo más, Pedro, haz guardia de día y de  noche para que no se  amparen los hombres en leyes absurdas y sin sentido. Cuida desde ahora este paraíso de nuestra amada Lorca y te hago responsable, como pescador que eres, que los protejas siempre de todo mal. Estoy seguro que con eso será más que suficiente porque si hay un lugar en la tierra que se asemeje a nuestro cielo, ese es precisamente “Calnegre”.

Moraleja: Por eso, amigo lector, son tan hermosas las noches de Calnegre. Esa es la única razón de la pureza de sus cielos y la hermosa claridad de su luna. Todas las almas de los pescadores se asoman en la noche mediterránea y se sientan con sus faroles en las estrellas, como les mandó Dios, para dar un resplandor aun mayor a esta zona de la costa murciana y vigilar continuamente para que ningún hombre, amparado en la ley caduca y obsoleta, pretenda arrebatar a las sencillas gentes de Calnegre lo que es suyo y les pertenece desde tiempos inmemoriales. Desde el cielo, las almas de los pescadores, velan constantemente para que nada ni nadie destruya lo que humildes trabajadores del mar construyeron con el paso de los años a fuerza de estrecheces, penurias, sudor y sacrificio.



miércoles, 19 de octubre de 2011

REQUIEM POR CALNEGRE

La muerte
entra y sale
de la taberna.
Pasan caballos negros
y gente siniestra
por los hondos caminos
de la guitarra.
Y hay un olor a sal
y a sangre de hembra,
en los nardos febriles
de la marina.
La muerte
entra y sale
y sale y entra
la muerte
de la taberna.
(Federico García Lorca)

Los primeros recuerdos que tengo de Puntas de Calnegre se remontan a una infancia ya perdida. A mi padre le encantaba perderse por aquellos bellísimos parajes y practicar el deporte de la pesca. Después he ido con amigos, compañeros de trabajo y apasionados, como yo, al “arte de la caña y el sedal” aunque, también es cierto, llevo muchos años sin practicarla. Todo pasa y todo queda… como dijo don Antonio Machado.
 Casualmente hace relativamente poco tiempo estuve en aquellos bellísimos parajes compartiendo mesa y mantel  con un extraordinario grupo de amigos. En aquella jornada imborrable, inolvidable y maravillosa nada podíamos sospechar de lo que se venía encima de las buenas gentes de este poblado de pescadores. El peso de la Ley ha caído sobre ellos como una autentica “galerna del Cantábrico” aunque estemos en las orillas del Mediterráneo.
Ayer nos llegaba esta noticia que ha tenido el efecto de un mazazo: “ El Tribunal Supremo (TS) ha dado la razón al Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino al considerar en una sentencia dictada el 14 de septiembre  que el poblado pesquero de Puntas de Calnegre invade el dominio público marítimo-terrestre y que debe ser desmantelado, por lo que desestima el recurso presentado por los vecinos y por el Ayuntamiento de  Lorca.
En octubre de 2008 la Sala Tercera del TS admitió a trámite el recurso de casación interpuesto por la asociación de vecinos del poblado de Calnegre y el Ayuntamiento de Lorca contra una sentencia de la Audiencia Nacional en la que ya se exigía que se diera cumplimiento a la orden ministerial que exige la demolición de las casas del poblado por invadir el dominio público marítimo-terrestre.

El origen del problema se remonta a un deslinde aprobado por orden ministerial en 1977, ratificado en 2005 y recurrido sin éxito por los vecinos y el Ayuntamiento en varias instancias judiciales y ahora en el Supremo con el mismo resultado.

La Orden del Ministerio de Medio Ambiente de 11 de agosto de 2005 resuelve prestar conformidad a los planos de enero de 2004 en los que se refleja la cartografía actualizada de los deslindes de los bienes de dominio público marítimo terrestre de unos 1.157 metros, que comprende el poblado de Puntas de Calnegre hasta el límite con el término municipal de Mazarrón.

Este poblado murciano, dependiente del Ayuntamiento de Lorca, consta de medio centenar de casas cuyos orígenes se remontan al siglo XIX y fueron humildes pescadores los que se asentaron en aquellos parajes. La vida en Calnegre se detuvo hace muchos años y detenida está. Allí, desconocido lector, no encontrará las aberraciones de Benidorm, La Manga del Mar Menor, Campoamor, Cabo Roig, Mijas, Marbella, Fuengirola y tantas localidades que, no solo han invadido la zona marítimo terrestre sino que incluso han cimentado grandes bloques de apartamentos sobre las arenas del litoral. Son las aberraciones del “tardo franquismo” cuando las familias adictas al Régimen, caso de don José Banus por ejemplo, se beneficiaron de los gobiernos tecnócratas que formó el dictador en sus últimos años de gobierno totalitario. Convirtieron España en su cortijo y los favores al Pardo se pagaban con recalificaciones, permisos de construccion inapropiados, obras faraonicas o monstruosidades en el litoral para fomentar el turismo de las "suecas" o arabes de turbante, petrodólares, limusinas y guardaespaldas. El caso mas ilustrador lo encontramos en Puerto Banus cuando, Franco, pagó al constructor sus "desvelos" en la obra del Valle de los Caídos con aquel trozo privilegiado de la Costa malagueña.

Calnegre no es eso ni lo ha sido jamás. Este rincón de la costa murciana es un paraíso escondido donde apenas un centenar de personas viven permanentemente. No hay chalets, urbanizaciones, campos de golf, puertos deportivos ni tan siquiera chiringuitos donde los “guiris” se torran al sol cerveza en mano. No. No es eso.
Calnegre es la paz. El silencio. La tranquilidad. La señora Mercedes con sus hijas y sus arroces caseros. Playas salvajes. El mar en toda su hermosura. Cuatro barcas con sus maderas quemándose en los soles del estío y dos columpios para que jueguen los niños que por allí viven. Apenas media docena por cierto.

 Las calles mal asfaltadas. La piedra, acariciada por el Mare Nostrum, desgatada por el paso de los siglos. Los acantilados rotos desde tiempos inmemoriales por la furia desatada del Levante en otoño y la blanca espuma que acaricia las noches de luna llena el litoral dormido.
Ese y no otro es Calnegre. Un poblado pescador varado en el tiempo como las viejas embarcaciones de vela latina que surcaban las aguas del litoral murciano.

La  Justicia es ciega y muchas veces sorda. La vieja dama representada, hasta la saciedad, con los ojos vendados y la balanza en sus manos ha dictado sentencia. Ahora queda el amparo del Constitucional. Habrá que esperar el dictamen de las altas instancias jurídicas. Pero mucho me temo que tenemos que empezar a entonar un Réquiem por Calnegre.

No es Banus, ni Marbella, ni La Manga. Ni falta que le hace. Por supuesto es lo contrario a Benidorm. No hay “rascacielos” ni macro urbanizaciones, ni el hoyo dieciocho ni el catorce, ni yates anclados en puertos de súper lujo. Ni coches deportivos, ni boutiques de firmas internacionales, ni tan siquiera bellos cuerpos dorados por soles y sales. No, nada de eso hay en Calnegre. Todo es humildísimo. Por no tener no hay siquiera cobertura de telefonía móvil y para conseguirla, poco menos que tienes que hacer malabarismos sobre las rocas.

  Aquí la paz y el silencio son los únicos compañeros de viaje de unas gentes, extraordinarias gentes, que se han ganado la vida de generación en generación luchando contra el mar y echando las redes en jornadas de temporal o en las de “calma chicha”.  Los cuerpos están tostados y quemados por los soles y las sales. Las arrugas son de tanto otear el horizonte para estudiar la mar y saber donde se pueden echar las redes. Los coches deportivos no existen, ni falta que les hace y los rascacielos son humildísimas casas de techos de uralita donde poder cobijarse del traicionero temporal de Levante. Puertos Deportivos no hay y las barcas, dormitan sobre las piedras esperando la horas de la madrugada en que, de nuevo, serán empujadas mar adentro. Silencio y paz. Paz y silencio. Eso es Calnegre.

Me viene a la memoria aunque nada tiene que ver una vieja frase, creo que era del inolvidable Peridis, y que se publicó en el desaparecido semanario de “La Codorniz” y que decía…”Qué culpa tiene el tomate que está tranquilo en su mata y viene un tío, lo arranca y lo mete en una lata”… 



martes, 27 de septiembre de 2011

TERREMOTOS EN MURCIA

Repasando datos históricos de Murcia me encontré anoche  una noticia curiosa sobre los terremotos que se registraron en esta zona hace ahora doscientos ochenta y dos años. Fueron tan intensos y seguidos que, la Diocesis de Cartagena, dio órdenes a todos los sacerdotes de las parroquias de la ciudad y el Reino de que se celebraran misas y rogativas en todas las iglesias para pedir protección al altísimo ante el miedo y temor de las gentes.
Según las crónicas nadie dormía bajo techado y los moradores de las ciudades, especialmente de la capital, iban de un lado para otro sin saber exactamente hacia donde dirigir sus pasos. Fueron tan intensos y seguidos que algunos monumentos, especialmente templos, ermitas y conventos sufrieron daños irreversibles. La ciudad quedó semi destruida y la gente dormía en zonas abiertas y alejadas de los edificios.
Murcia vivía en aquellos años una paz y una prosperidad extraordinaria, hasta el punto de considerarse el siglo XVIII como el “siglo de oro murciano” gracias a la labor desarrollada por el entonces obispo de Cartagena Luis Belluga y Moncada al que, el 29 de noviembre de 1719, diez años antes de los terremotos, el Papa Clemente XI había nombrado Cardenal de la Curia y lo trasladó al Vaticano.
La labor de Belluga, en la Diócesis, y especialmente a favor de la causa de la legitimidad de la Casa de Borbón, en sus derechos dinásticos, fue determinante y marcó a Murcia ya que, este Reino, se puso del lado del pretendiente Felipe de Anjou y al conseguir el trono de España, el Rey, agradecido a Belluga y a Murcia la colmó de beneficios.
Durante la Guerra de Sucesión española que estalló en 1702, Murcia se decantó por Felipe V y colaboró para instaurar la nueva casa real de los Borbones que llegaba desde Francia. El 9 de febrero de 1705 Felipe V nombra, a Belluga, obispo de la diócesis de Cartagena y más tarde virrey y capitán general de los reinos de Murcia y Valencia. Luis Belluga entonces se opuso al cambio que efectuó el rey Felipe V de la capitalidad del Reino de Valencia desde Valencia a Orihuela, debido a la cercanía de este centro religioso, cultural y ahora político a Murcia. En protesta dejó el virreinato.
Pero volvamos al tema de los terremotos. Aquel otoño, según las crónicas, fue terrible para todo el Reino de Murcia pues comenzaron con fuerza el día 25 de septiembre y no pararon hasta Navidad. Fueron tres meses de continuos movimientos sísmicos que obligaron a la Iglesia a solicitar la ayuda divina autorizando rogativas y cultos extraordinarios. Procesiones, novenas y misas para encomendarse a Dios en tan difíciles momentos.
Las rogativas eran uno de los recursos espirituales más frecuentes para pedir auxilio a la Divinidad frente ante todo tipo de calamidades. El Obispo organizó una rogativa de cuarta clase (oración en el ofertorio) y otra de tercera (misas cantadas sin procesión con oración en el ofertorio pidiendo protección). Curiosamente en este tipo de cultos se utilizaba el llamado “Canto Llano” que no era otra cosa que himnos litúrgicos adaptados de tal manera que el pueblo llano e inculto, en su mayoría, podía seguirlos sin mayores complicaciones. Se dejaba el latín litúrgico para las grandes solemnidades festivas y las “Rogativas” se realizaban en lo que los clérigos denominaban “Canto Llano” para que su seguimiento y comprensión fueran mucho más sencillos.
Dada la curiosidad del texto y al tratarse de una efeméride que tiene relación con el día de hoy, 27 de septiembre, rescato este texto de los archivos catedralicios que está recopilando el profesor Muñoz Zielinsky y que hacen mención expresa a los terremotos que asolaron Murcia hace doscientos ochenta y dos años. Curiosamente también era martes.
Martes por la tarde, despues de horas del coro que se contaron veinte y siete de septiembre de mil setztos veinte y nuebe años, con el motivo de haverse experimentado en esta Ciudad de Murcia repetidos terremotos que han puesto en confusion a sus habitadores y en peligro los edificios, Acordo el Cavildo con el dictamen del Sr Obispo, a quien consulto el Sr Dean, que desde dhº dia por las tardes y por nueve dias continuados, despues de completas se cante en esta Stª Yglesia a canto llano la letania de los Santos con las oraciones correspondientes a la urgenzia presente, asistiendo dhº Yllmº Sr Obispo con el Cavildo y dhºs residentes del Coro, y que mañana, miercoles veinte y ocho del corriente, despues de sextas, con la misma asistencia y de la Capilla de Musicos se cante una Misa Solemne de rogativa pidiendo a Dios Nrº Sr, se digne aplacar su ira y justa indignacion liberando a este pueblo y los demas del azote de los terremotos y peligros que amenazan.
Y asi se executo como ba expresado, y asi se disolvio el Cavildo que para este efecto se allaron en el Coro de esta Stª Yglesia.

Si usted, desconocido lector, ha llegado hasta este punto del relato y ha leído el documento histórico que sirve de base al mismo se habrá dado cuenta que la Iglesia, en aquellos años, atribuía a “la ira y justa indignación de Dios” los terremotos que asolaron el viejo Reino de Murcia. Y las buenas gentes lo creían.
Como verán también, la tierra murciana, no ha estado libre jamás de los movimientos sísmicos y han sido incluso demasiado frecuentes en siglos pasados. Nada nuevo por tanto lo que hoy estamos viviendo doscientos ochenta y dos años después cuando vemos, impotentes, como la Región viene sufriendo desde el pasado 11 de mayo, cuando sufrimos en Lorca el mayor terremoto de los últimos años, una serie de movimientos telúricos que nos tienen en permanente alerta.
TODOS CON LORCA. TODOS SOMOS LORCA.