sábado, 10 de diciembre de 2011

FOTOGRAFIAS DE NAVIDAD: "Torre de Nazaret"

En plena comarca del “Campo de Cartagena” a cinco minutos de la civilización rodeada de bancales de lechugas, alcachofas y altivas palmeras que se mezclan con olivos centenarios, se encuentra este remanso de paz y amor que se llama “Torre de Nazaret”.  Un hogar, un techo, un cobijo y refugio donde enfermos de SIDA, sin techo, sin familia y sin nadie en el mundo, encuentran cama, comida, medicinas, tratamiento y sobre todo “amor”. Mucho amor.

Un grupo de voluntarios, sin nombre, hacen posible ese milagro diario que supone vestir y dar de comer a quince personas, a dia de hoy, que tienen en Torre de Nazaret el hogar que nunca tuvieron. Muchos de ellos han sido recogidos de las calles, de los portales, de los cajeros automaticos o incluso del mundo de la delincuencia, la droga y la muerte. 

Al frente, cabeza visible, un sacerdote. Aurelio. No diré apellidos porque me consta que él no es para nada amigo de publicidad alguna. Por cierto espero que me perdone este escrito en mi blog pues no le va a hacer mucha gracia. Aurelio es el hermano que nunca tuve. Compañeros desde niños en el colegio Marista, soy cuatro dias mayor que él, hemos pasado toda nuestra vida juntos hasta que la vocación de uno y otro nos separó por diferentes caminos. Aurelio es la bondad, la sonrisa, la caricia, la entrega, el sacrificio, el amor personificado en una persona que, como él mismo dice, al no tener hijos y muertos sus queridos padres se ha entregado por entero a ellos, los olvidados del mundo, que son su verdadera familia.

Es un lugar donde todos tienen cabida. Todos. Alli, lo he vivido en primera persona, se leen versiculos de las “suras del Coran” porque hay varios marroquies que profesan la religión de Mahoma y a la misma vez, en una pequeña habitacion, hay un cofrecito iluminado permanentemente por una luz que indica que alli está el “pan del amor” la Eucaristia. El que quiere se recluye en ese pequeño, mínimo, habitáculo y el que no desea hacerlo no lo hace. Se llame como se llame, se le nombre como se le quiera, en Torre de Nazaret habita el “Dios del Amor” de la unidad entre los hombres sin razas, sin pueblos, sin creencias, sin color de piel.




 Solo les une la enfermedad, trágica union, en los últimos momentos de la vida. Sin embargo merece la pena estar con ellos. En ese lugar te das cuenta que no hacen falta las grandes superficies y centros comerciales. Que tener el coche mas veloz, el plasma mas grande, la casa de la playa o el Ipad ultimo modelo es solo una tontería de esta sociedad que nos ha hecho sus esclavos.
 Alli es Navidad todo el año porque reina el amor sin condiciones. No hacen falta los regalos, las compras, los peinados caros o los trajes mas llamativos. En “Torre de Nazaret” estas desnudo y despojado de todo. Te ves unido por el amor a los que nada tienen, los que sufren, los que lloran en silencio y los que esperan, con infinita paz, la llegada del ultimo viaje.

No es la única casa aunque si la que solo existe en España. La gran casa, la matriz, está en Burkina Faso donde mi hermano Aurelio tiene mas de trescientas personas, en distintos poblados, a los que atiende en sus constantes viajes al continente negro. Mientras, un nutrido grupo de voluntarios de todo el mundo, se hacen cargo de las labores que emanan del cuidado de estos enfermos terminales que, ademas, son muchos mas numerosos en Africa donde la pandemia se extiende sin remedio y sin aparente control del llamado  mundo civilizado que mira para otro lado pues lo que ocurra de Marruecos hacia abajo parece no importarle a nadie. Incluida Roma, la sempiterna Roma vaticana, que se permite el lujo de condenar los preservativos. Pero esa es otra lamentable historia de la gerontocracía que dice actuar en nombre de Jesus.






Torre de Nazaret, en mitad de la nada del campo de Cartagena, es el lugar para encontrar la paz y encontrarse uno consigo mismo. Alli un beso en las mejillas tiene un valor extraordinario. Estar sentado en la puerta, mirando el horizonte, cogido a la mano de un enfermo es el mejor bálsamo para el alma. Dar “calor” a quien lo ha perdido es el mejor de los tesoros. Escucharles, gastarles bromas, reir con ellos o llorar (que tambien se llora) es la forma de llevar tambien sobre nuestros hombros la pesada carga de la Cruz. Es compartir. Participar de alguna manera en el dolor infinito de quienes nada tienen y en aquel remanso de paz y alegria esperan, entre caricias, el abrazo eterno de la muerte.

Pero que nadie se piense que es un lugar de tristezas. Ni mucho menos. Te cuentan sus chistes, te besan, te acarician, se rien contigo y de sus cosas. Te piden un cigarrillo para fumar en la puerta bajo el porche o  te comentan que el Barça es mucho mejor que el Madrid porque Guardiola es mejor entrenador que Mouriño… y así mil cosas mas que hacen de Torre de Nazaret un templo, bajo el purisimo cielo mediterraneo, donde el AMOR ha construido su nido.


PAZ Y BIEN hermanos queridos de Torre de Nazaret.




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