jueves, 8 de diciembre de 2011

FOTOGRAFIAS DE NAVIDAD: "La Dama de la noche"

Llevaba un tiempo observándola desde mi ventana. Todas las noches, o casi todas, a la misma hora como una sombra silenciosa se aproximaba al contenedor de basuras, con su carrito de la compra, y tras rebuscar entre los desperdicios cargaba con lo que le serviría y se marchaba por el mismo camino. Eso si, una vez conseguida la mercancía, lo hacía con mayor rapidez. No pude resistir mas la curiosidad y atraido tambien por su comportamiento, la otra noche, salí a su encuentro. No me imaginaba la lección que iba a recibir. 

No le costó casi nada “abrirse” a mi pues quizá tampoco tenía a nadie a quien poder contarle sus penas o desahogar sus amarguras de mujer vencida por la vida.
 Se llama, bueno eso no importa, tiene setenta y dos años. Toda su vida estuvo trabajando en una fábrica de conservas, desde los trece años,  y su marido era fontanero autónomo. Un “maestro chapuzas” como ella misma me lo describió.
 Quedó viuda hace unos veinte años y desde entonces tuvo que luchar todavía mas para sacar adelante a su hijo. Éste, hoy, está en el paro y su mujer tambien. No pueden pagar el alquiler y han dejado la vivienda para venirse con los tres niños a vivir con su madre. Entre lo poco de la pension de viudedad, casi nada, y sus cuatrocientos euros de pensión apenas si llegan a doscientos despues de pagar alquiler, luz, agua y los gastos minimos de la vivienda. Ya me contará usted, me dijo, como pasamos el mes tres personas y tres niños  con ese dinero.

¿Sabe usted? Yo jamás robaría ni un papel de periodico pero buscar comida para mis niños la busco debajo de las piedras. Mi hijo hace lo que puede y mi nuera tambien pero la pobre es asmática y no puede trabajar ya. Con solo treinta y cinco años. Imaginese usted el panorama. Por eso, cuando se hace de noche y la gente se ha retirado a descansar, vengo a los contenedores porque tiran comida caducada o yogures. Incluso cartones de leche y todo eso le viene muy bien a mis nietos. A veces encuentro algo de ropa también y con una "buena lavá" los críos se la ponen tan a gusto. Y ahora voy que la cola del Supermecado me está esperando.  Le pregunté si podía ir con ella y me dijo amablemente que si. Es mas, con toda delicadeza, le cogí el carrito y lo llevé yo por la ciudad desierta. Esa noche iba vacío pues entre la conversación conmigo y la falta de alimentos caducados y cosas aprovechables no pudo coger nada.

Un conocido supermecado de una no menos importante cadena nacional. En la puerta trasera, la de carga y descarga, un espectaculo espeluznante. En pleno siglo XXI mas de quince personas, entre empujones y peleas, se disputaban puestos en las improvisadas colas para ser los primeros en buscar entre las basuras del establecimiento. Seres sin rostro, sin vida. Sombras de una noche festiva en busca del codiciado botin formado  por alimentos caducados, fruta aporreada o pescado mal oliente.

 Había sido una  tarde importante de ventas, pues era vispera de festivo, y los contenedores estaban repletos. Como ademas, ese día, no abrían al público la basura era aun mayor. Cartones de yogures, de leche, de flanes. Embutido mal cortado, fruta reventada, verduras pisoteadas incluso. Todo volaba de unas manos a otras para pasar a las bolsas de cada uno. Preciado botin para los que nada tienen y carecen de todo.

Le ayude cuanto pude y me confundí yo tambien con aquella legión de indigentes sin verguezas ni reparos. Fui, la otra noche, pobre entre los mas pobres. Uno mas entre ellos. Toda una lección de vida. Conseguimos dos cartones de yogures de frutas. Un pak de seis flanes. Tres cartones de leche y uno de batido. Varios tomates, cuatro o cinco plátanos, restos de varias lechugas y una coliflor. Y lo que mas apreció la pobre mujer fue una tripa de jamon de york que caducaba a los dos dias pero que se convirtió en un verdadero trofeo pues, según me contaba despues camino de vuelta a su casa, con ese jamón tendría para hacer la merienda a los niños varios dias e incluso por la noche para la cena.
 Solo mi rapidez de reflejos y los empujones con un hombre mas mayor que yo consiguieron que pudiera hacerme con el preciado trofeo que apareció de repente en el fondo del contenedor de carnicería donde, por cierto, emanaba un edor nauseabundo.

Una y media de la madrugada. Ya no quedaba nada aunque los indigentes, los fantasmas de la noche, seguían buscando entre las basuras. Le dije a mi “dama de la noche” que nos fueramos que estaba todo hecho.

En ese momento pasa, por enfrente, una pareja joven y muy bien arreglada. Me da la impresión que vienen de alguna fiesta. Calculo que tendrán los treinta y pocos años, como la de los hijos parados de aquella mujer. Dan un respingo cuando nos ven a todos peleando entre basuras y con cara de asco le dice ella a él: “Jaime esto no se puede consentir todas las noches. Tenemos que llamar a la policia. ¡Asquerosos!”

Camino a su casa, le sigo llevando el carrito, las luces de Navidad se han apagado en las calles pues dicen, desde el Ayuntamiento, que hay que recortar gastos.  Nos cruzamos con una pandilla de adolescentes que van cantando alegremente. Ella humilde, pobre, pero digna. Yo voy desaliñado y  lleno también de porquería. Uno de ellos nos mira, se para, saca un euro y nos lo entrega. “Feliz Navidad, amigos”… y se alejan, calle abajo, cantando “Campana sobre campana…” 




1 comentario:

  1. Todavía creo que no somos conscientes de lo que vamos a llegar a vivir...pero " La Dignidad " es la mayor riqueza que poseen los hombres y que nunca deben perder.

    ResponderEliminar