martes, 27 de septiembre de 2011

TERREMOTOS EN MURCIA

Repasando datos históricos de Murcia me encontré anoche  una noticia curiosa sobre los terremotos que se registraron en esta zona hace ahora doscientos ochenta y dos años. Fueron tan intensos y seguidos que, la Diocesis de Cartagena, dio órdenes a todos los sacerdotes de las parroquias de la ciudad y el Reino de que se celebraran misas y rogativas en todas las iglesias para pedir protección al altísimo ante el miedo y temor de las gentes.
Según las crónicas nadie dormía bajo techado y los moradores de las ciudades, especialmente de la capital, iban de un lado para otro sin saber exactamente hacia donde dirigir sus pasos. Fueron tan intensos y seguidos que algunos monumentos, especialmente templos, ermitas y conventos sufrieron daños irreversibles. La ciudad quedó semi destruida y la gente dormía en zonas abiertas y alejadas de los edificios.
Murcia vivía en aquellos años una paz y una prosperidad extraordinaria, hasta el punto de considerarse el siglo XVIII como el “siglo de oro murciano” gracias a la labor desarrollada por el entonces obispo de Cartagena Luis Belluga y Moncada al que, el 29 de noviembre de 1719, diez años antes de los terremotos, el Papa Clemente XI había nombrado Cardenal de la Curia y lo trasladó al Vaticano.
La labor de Belluga, en la Diócesis, y especialmente a favor de la causa de la legitimidad de la Casa de Borbón, en sus derechos dinásticos, fue determinante y marcó a Murcia ya que, este Reino, se puso del lado del pretendiente Felipe de Anjou y al conseguir el trono de España, el Rey, agradecido a Belluga y a Murcia la colmó de beneficios.
Durante la Guerra de Sucesión española que estalló en 1702, Murcia se decantó por Felipe V y colaboró para instaurar la nueva casa real de los Borbones que llegaba desde Francia. El 9 de febrero de 1705 Felipe V nombra, a Belluga, obispo de la diócesis de Cartagena y más tarde virrey y capitán general de los reinos de Murcia y Valencia. Luis Belluga entonces se opuso al cambio que efectuó el rey Felipe V de la capitalidad del Reino de Valencia desde Valencia a Orihuela, debido a la cercanía de este centro religioso, cultural y ahora político a Murcia. En protesta dejó el virreinato.
Pero volvamos al tema de los terremotos. Aquel otoño, según las crónicas, fue terrible para todo el Reino de Murcia pues comenzaron con fuerza el día 25 de septiembre y no pararon hasta Navidad. Fueron tres meses de continuos movimientos sísmicos que obligaron a la Iglesia a solicitar la ayuda divina autorizando rogativas y cultos extraordinarios. Procesiones, novenas y misas para encomendarse a Dios en tan difíciles momentos.
Las rogativas eran uno de los recursos espirituales más frecuentes para pedir auxilio a la Divinidad frente ante todo tipo de calamidades. El Obispo organizó una rogativa de cuarta clase (oración en el ofertorio) y otra de tercera (misas cantadas sin procesión con oración en el ofertorio pidiendo protección). Curiosamente en este tipo de cultos se utilizaba el llamado “Canto Llano” que no era otra cosa que himnos litúrgicos adaptados de tal manera que el pueblo llano e inculto, en su mayoría, podía seguirlos sin mayores complicaciones. Se dejaba el latín litúrgico para las grandes solemnidades festivas y las “Rogativas” se realizaban en lo que los clérigos denominaban “Canto Llano” para que su seguimiento y comprensión fueran mucho más sencillos.
Dada la curiosidad del texto y al tratarse de una efeméride que tiene relación con el día de hoy, 27 de septiembre, rescato este texto de los archivos catedralicios que está recopilando el profesor Muñoz Zielinsky y que hacen mención expresa a los terremotos que asolaron Murcia hace doscientos ochenta y dos años. Curiosamente también era martes.
Martes por la tarde, despues de horas del coro que se contaron veinte y siete de septiembre de mil setztos veinte y nuebe años, con el motivo de haverse experimentado en esta Ciudad de Murcia repetidos terremotos que han puesto en confusion a sus habitadores y en peligro los edificios, Acordo el Cavildo con el dictamen del Sr Obispo, a quien consulto el Sr Dean, que desde dhº dia por las tardes y por nueve dias continuados, despues de completas se cante en esta Stª Yglesia a canto llano la letania de los Santos con las oraciones correspondientes a la urgenzia presente, asistiendo dhº Yllmº Sr Obispo con el Cavildo y dhºs residentes del Coro, y que mañana, miercoles veinte y ocho del corriente, despues de sextas, con la misma asistencia y de la Capilla de Musicos se cante una Misa Solemne de rogativa pidiendo a Dios Nrº Sr, se digne aplacar su ira y justa indignacion liberando a este pueblo y los demas del azote de los terremotos y peligros que amenazan.
Y asi se executo como ba expresado, y asi se disolvio el Cavildo que para este efecto se allaron en el Coro de esta Stª Yglesia.

Si usted, desconocido lector, ha llegado hasta este punto del relato y ha leído el documento histórico que sirve de base al mismo se habrá dado cuenta que la Iglesia, en aquellos años, atribuía a “la ira y justa indignación de Dios” los terremotos que asolaron el viejo Reino de Murcia. Y las buenas gentes lo creían.
Como verán también, la tierra murciana, no ha estado libre jamás de los movimientos sísmicos y han sido incluso demasiado frecuentes en siglos pasados. Nada nuevo por tanto lo que hoy estamos viviendo doscientos ochenta y dos años después cuando vemos, impotentes, como la Región viene sufriendo desde el pasado 11 de mayo, cuando sufrimos en Lorca el mayor terremoto de los últimos años, una serie de movimientos telúricos que nos tienen en permanente alerta.
TODOS CON LORCA. TODOS SOMOS LORCA.



1 comentario:

  1. La fe mueve montañas...y ojalá fuera tan simple la solución a este problema que se está haciendo crónico, cada semana vuelven a haber réplicas en algún u otro lugar de la región.

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