martes, 5 de julio de 2011

AQUELLOS VERANOS

Aquel viejo éxito del Dúo Dinámico, “Quince años tiene mi amor” cumple cincuenta años este verano. Cincuenta y sigue sonando tan fresca sobre todo en los recuerdos de aquellos que bailaron muchas veladas de la canícula estival con la inolvidable partitura de Manolo y Ramón. Por cierto que se presentaron por primera vez en Radio Barcelona de la SER para darse a conocer y querían llamarse los “Dinamic Boys” pero el locutor de aquel programa de jóvenes promesas les dijo: “yo no sé hablar inglés ni falta que me hace, yo diré que sois el Dúo Dinámico”.  Y así nació un verdadero fenómeno social que, hasta hoy, sigue por todos los escenarios de España y no hay fiesta de verano que se precie donde no suene algo de aquellos muchachos que enloquecieron a nuestras madres y abuelas muchas de ellas soñando, quizá, con el yerno perfecto.
 Sus éxitos continúan acuchándose por todos sitios y no hay periodo vacacional que se precie si no termina con la consabida canción “El final del verano” Éxito también al que contribuyó en su momento Antonio Mercero cuando la utilizó de banda sonora de aquel “Verano Azul” con Tito, Javi, Quique, Desi, Pancho y Piraña. Bea, Julia y el fallecido Chanquete que, pese a haber muerto en capítulos anteriores, Mercero, le hizo presente en aquella escena con su eterno acordeón a bordo de “la Dorada” el barco varado en la huerta del marinero bohemio y soñador. Todos ellos, acabado agosto,  se despedían de la playa de Burriana en Nerja con lagrimas en los ojos, el cielo plomizo y gris, mientras sonaba de fondo la vieja canción de Manolo y Ramón.  “El final del verano llegó y tu partirás…..”
Inolvidables veranos aquellos de los sesenta. Deseando que llegara el periodo vacacional. Con la ilusión puesta en los domingos del viejo “dos caballos” cargados de sombrilla, silletas, nevera de hielo picado, tortilla de patatas y pisto de tomate y pimientos. De escapada a la playa cercana con interminables colas, calor africano, toallas sobre los asientos para no sudar y pan recién comprado en la Venta del Puerto para comer después sobre la tórrida arena de las playas murcianas. Domingos de trenes de cercanías llenos de aquellos otros que no tenían la suerte, ni el dinero, para disponer del “seiscientos” el “cuatro cuatro” el “dos caballos” o el viejo “gordini” al que por cierto llamaban el coche de las viudas ya que, según decían, apenas tenia estabilidad en las curvas y había sido causa de muchos accidentes.
Domingos de sol y playa. De quemaduras curadas con paños de vinagre. De dolores de cabeza aliviados por el “Optalidón”. De sabados interminables esperando la llegada del dia de la escapada y la excursión.  De vísperas ilusionantes escuchando al Duo Dinamico, Jose Guardiola, los Payos, Formula V o Tony Landa en aquellas “Galas del Sabado” de la tele en blanco y negro con un extraordinario Joaquín Prat y la bellísima Laurita Valenzuela. Noche de variedades al fresco en la puerta de la casa de la abuela, en la huerta, con la tele girada en la mesita revistero de ruedas y con la luz roja del estabilizador encendida permanentemente en la leja inferior de aquel mueble. Mientras la familia, sentada en las mecedoras, no perdía detalle de cuanto salía por aquellas “veintiuna pulgadas de las seiscientas veinticinco líneas” del viejo Philips.
 Y cuando aparecían aquellos dos chicos de Barcelona, uno mas alto y mas guapo que el otro (decía mi madre) todo el mundo guardaba silencio pues sonaba aquello de: Esos ojitos negros, Oh Carol, Amor amargo, Quisiera ser, Balada gitana, Mari Carmen, Yo busco una muchacha como tu o Resistiré. Aunque había otra que hacia suspirar a casi todas las chicas del momento que no era otra que “Perdóname” una canción asidua en los discos dedicados de la vieja radio con el tapete de ganchillo que la cubría, cuando una pareja había tenido alguna peleílla o enfado y él novio la dedicaba siempre a “ella” con muchísimo cariño.
Veranos sin frigorífico ni “danones” con fecha de caducidad. De botijo al fresco debajo de la higuera o la parra. De melones puestos a refrescar en el cubo dentro del pozo para que el agua de la tierra los pusiera a punto para la hora de la comida. De siestas, largas siestas, en la habitación en penumbra con sabanas que olían a “jabón de Marsella”. A duchas refrescantes y  colonia Heno de Pravia que mi madre nos ponía después a la hora de vestirnos. De largas tardes de sol que nunca finalizaban. De juegos infantiles en la calle tras la pelota, sobre tablas y cojinetes haciendo carreras o con las tapas de las cajas de cerillas que llevaban los rostros más famosos de la liga de aquellos años: Marquitos, Quincoces, Collar, La Petra, Rojo, Iribar, Sáez, Amancio, Gento…
Veranos de los finales de los sesenta con  el plan de Desarrollo en las primeras páginas de los periódicos, los bikinis dejando ver impensables partes de la anatomía de una mujer y, las mas mayores, rezando en las iglesias por aquel destape que no auguraba nada bueno. Dias de sol y playa cuando, al pasar una señora por delante nuestro con semejante prenda y luciendo palmito, nuestras madres nos tapaban los ojos al igual que hacían con las escenas mas tórridas de una película del cine de verano en el mismo momento que los protagonistas se daban un beso de celuloide. ¿Es tolerada? ¿Podemos entrar con el niño? Era la sempiterna cantinela de mis padres cuando hacían cola en aquellos cines de verano de mi infancia en las noches de bocadillo de tortilla francesa o chorizo de “cantimpalo” Gaseosa fresquita y pipas. Muchas pipas.
Veranos perdidos de aquella infancia que se fue para siempre. Han tomado cuerpo en mi mente, no los había olvidado, pero los he recordado con mas fuerza si cabe cuando me he enterado que la vieja canción  titulada “Quince años tiene mi amor” cumple cincuenta años. Por cierto, no sé si lo saben, pero tuvo muchos problemas con la mojigata censura franquista pues, aquellos del lápiz rojo, no aceptaban que una niña con quince años tuviera un amor, que bailara o que fuera coqueta y cariñosa. Era un verdadero escándalo. Pero Manolo y Ramón supieron burlarla y con ella alcanzaron un éxito que todavía hoy siguen disfrutando. Y las niñas, las nietas de aquellas madres, siguen cumpliendo quince años y son ya mujeres. No saben lo que es el botijo. No entienden la vida sin el móvil. Les suena a chino la tele en blanco y negro. No han sufrido las interminables colas del “seiscientos” para ir a la playa ni conocen de nada a Joaquín Prat y Laurita Valenzuela. Llevan bikini desde los tres añicos y algunas de ellas, incluso, han besado ya los labios de un chico de clase a la salida de la biblioteca aprovechando que llovía una tarde de otoño.
Ellas, muchas, no conocen al Dúo Dinámico ni saben de sus canciones y de la época que marcaron a varias generaciones pero ¿saben que les digo? Que ellas y ellos se lo pierden. Que yo fui inmensamente feliz aquellos veranos y que no necesité nunca los videojuegos de guerras infernales. Disfrutaba mucho mas con el tacón de goma de un viejo zapato de mi padre tirándolo sobre el montón de las tapas de cajas de cerillas para ganarme una foto de “Amancio” el siete del Real Madrid que, además, era mi ídolo.
Ah y los amigos quedábamos de una tarde para otra sin fallar a nuestra palabra y sin necesidad de llamarnos por el móvil que, lógicamente, no existía afortunadamente.  

3 comentarios:

  1. Como echo de menos el carrito de Helados de "la Lola". Los polos de menta y limon, los chanvis. El torrido verano sanantolinero. Como echo de mas 50 y pico de años.

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  2. Repetidos en casi todos los pueblos y economías. Soñando con pasar un mes en la playa, como decía una lectura de la enciclopedia Alvarez. El resto de tu escrito también lo asumo como mío.

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  3. Precioso relato que nos transporta en el tiempo, es cierto que los años han pasado, pero eso no importa, porque nuestros recuerdos seguirán siempre acompañandonos, y a veces, cuanto más mayores seamos, más vivos los tenemos.

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